Poesía

Pobre amiga mía, te veo en el alba de toda vida en cuestas de peligrosa caída y aun así estás aquí contándome de tu mayor miedo. El de la soledad y el olvido, ¿acaso no te has visto en otros seres como han muerto a sus dormitares? Así como tú te has rendido a todo el que sin piedad alguna cercena tu alma y a oscuras tiñe maldades en tu contra.

Recuerdo aquella tarde cuando te encontré llorando dentro del rio del insulto, si parecía que eras un vulgar drogadicto suplicándome compañía y aun así después de haberte acogido en mi pecho y recrearte en mi alma, me olvide de lo más importante, de las historias que me contaste y todos los tiempos cuando brillante deslumbrabas al mundo con tus parajes de hermosas letras y llenabas de esperanza corazones de tristura existencial, y corriste y te gloriaste en el arte del dolor. En el miedo encontrastes tu inspiración, pero cruel destino te hizo llegar aquí donde yo no he hecho más que acortarte, porque la poesía de hermosas palabras y léxico es hoy utopias de idealistas que lloraran sin poder salvarte, como lo que te concibieron; poesía divina casi humana.